Susana Distancia, Naaman y la barca.
Tras darse a conocer las medidas
de distanciamiento social para prevenir el COVID-19, por decisión de nuestro
Obispo y presbiterio, los seminaristas fuimos enviados con nuestras familias.
Y pareciera una cosa sin chiste
permanecer en casa, para algunos aburrido, o algo x, pero la verdad, como lo han
indicado las autoridades sanitarias, es una medida que ayuda mucho a retardar
el contagio. No quisiera ahondar tanto en ello, sino más bien compartir una
reflexión.
Susana Distancia
El Dr. Hugo López-Gatell, los
últimos días, ha sido una figura clave en el país, ha dado un enérgico triple llamado: “Quédate en casa”, "guarda tu sana distancia".
Pero parece que no pocos mexicanos se resisten a solidarizarse con estas medidas. Incluso católicos que al principio, tras darse las medidas preventivas de la Iglesia, se escabullían a las parroquias (sin necesidad), exponiéndose a un posible contagio.
Pero parece que no pocos mexicanos se resisten a solidarizarse con estas medidas. Incluso católicos que al principio, tras darse las medidas preventivas de la Iglesia, se escabullían a las parroquias (sin necesidad), exponiéndose a un posible contagio.
Mantener su sana distancia, quedándose
en casa (al menos los que podemos), es algo tan fácil, que me hizo pensar en Naaman, cuando enfermo de lepra acude a Eliseo para ser sanado, pero al mandarle el profeta
bañarse en el río Jordán, se enfada porque es algo muy fácil (2 Re 5).
Naaman
Eliseo le manda decir a aquél
hombre poderoso: «Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te
volverá limpia.»
¿Pero cómo se le ocurre? ¿Qué le
pasa a este?- pensó Naaman- ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no
son mejores que todas las aguas de Israel?" (2 Re 5,12). Claro era un
hombre poderoso. Cómo muchos pensaron: ¿Acaso no tenemos la mejor medicina? ¿No
tenemos acaso a los doctores para que nos curen? Y Naaman encolerizado tomó
rumbo.
Pero sus servidores le dijeron: "si
el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras
hecho?" (2 Re 5, 13). Y que palabras tan profundas para este tiempo. Nos
piden quedarnos en casa, una cosa tan simple. Estar con nuestra
familia, a la que poco tiempo le dedicamos.
Pero, a diferencia de Naaman que siendo
“poderoso” se humilló ante Dios e inició un cambio de vida, muchos salieron
despavoridos a surtirse de víveres sin pensar en los demás. Se llenaron de
miedo y se sintieron poderosos dejándose llevar por la paranoia.
Quedó en evidencia nuestra indisposición para cambiar de vida, porque seguimos pensando en nosotros mismos y no somos capaces de ver más allá de nuestras narices, ni siquiera dentro de nuestros hogares.
Quedó en evidencia nuestra indisposición para cambiar de vida, porque seguimos pensando en nosotros mismos y no somos capaces de ver más allá de nuestras narices, ni siquiera dentro de nuestros hogares.
Cuántos no están aburridos en
casa porque no saben en qué gastar su tiempo. El tiempo tan anhelado para
convivir con nuestra familia, para ser Iglesia doméstica, para compartir y
crecer juntos es ahora. Como twetteó el Papa Francisco el 27 de octubre de
2015: “Padres: ¿saben “perder el tiempo” con sus hijos? Es una de las cosas más
importantes que pueden hacer todos los días”.
Una barca
La fuerte y conmovedora reflexión que
escuchamos el pasado 27 de marzo, durante la bendición extraordinaria Urbi et Orbi,
me impresionó me hizo pensar más en la imagen de la barca azotada por la tormenta.
Decía Francisco: «nos
encontramos asustados y perdidos, pero en esta barca “estamos todos», y
estamos todos porque vamos en la barca de la humanidad, en la barca de la
Iglesia (cf. GS 1). Todos somos hermanos ya por el hecho de ser humanos, pero como
hijos de Dios, tenemos una tarea más acuciante que es hacer a todos discípulos,
hijos de Dios.
Esto me hizo pensar que como cristianos
posiblemente nos sentíamos seguros: «Codiciosos de ganancias, nos dejamos
absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante
tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no
hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo.
Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un
mundo enfermo» (Francisco, 27 de marzo de 2020).
Y estas palabras deben despertarnos
también a nosotros y voltear a nuestro alrededor, no solo para ver la tempestad (el
coronavirus en estos momentos), sino voltear a ver a las personas que van a
nuestro lado. Nuestro grito no puede ser otro sino el de “Despierta Señor, ¿qué
no te importamos?”.
Nuestra fe nos anima a seguir confiando
en Dios que no nos desampara, en Jesús que puede calmar la tempestad, en el
Espíritu que guía a nuestros pastores, pero también esa confianza nos mueve a
la acción, recordando a Santiago: « ¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras.
Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe» (Sant 2, 18).
¿Y cuáles pueden ser nuestras obras en
esta contingencia, permaneciendo en casa?
Ser Iglesia doméstica, como lo
atestigua Hechos de los apóstoles: “Acudían al Templo todos los días con
perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas. Alababan a
Dios y gozaban de la simpatía de todo el
pueblo” (Hch 2, 46-47) “Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de
Cristo Jesús cada día en el Templo y por las casas” (Hch 5, 42).
Pero, alguno puede decir: no podemos ir al templo, ni ir de casa en
casa. Pero sí lo puedes hacer desde tu casa. «El hogar cristiano es el
lugar en que los hijos de Dios reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la
casa familiar es llamada justamente ‘Iglesia doméstica’, comunidad de gracia y
de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”» (CIC 1666).
Tenemos una oportunidad privilegiada
dentro de esta grave situación sanitaria. Saquemos provecho de este
distanciamiento social y crezcamos como familia.
No olvidemos ser solidarios con
nuestros vecinos y familiares, especialmente con los más vulnerables (Mt 25,40)
y con orar por nuestros pastores. Que ante todo nos distinga la caridad, para
que se pueda decir: «Mirad ¡cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a morir
el uno por el otro» (Tertuliano, Apologético, 39, 1-18).
Muy bonita reflexión 🙏
ResponderEliminarMuchas gracias. Dios le bendiga.
EliminarExcelente reflexión muchas gracias por compartir
ResponderEliminarQue hermosa pensamiento y reflexión nos ayuda en estos momentos bendiciones
ResponderEliminarGracias por tu reflexión tan necesaria en estos momentos de incertidumbre, en que podemos sentir a Dios alejado, pero nos toca regresar a lo secreto, lo intimo.
ResponderEliminar