Se nos van los fundadores de la Diócesis...

 “Nosotros somos como enanos aupados a hombros de gigantes
-Bernardo de Chartres-


Cuando estaba en Tercero de preparatoria me interesé por la historia de nuestra Diócesis. Poco a poco he sido consciente de los acontecimientos de nuestra Iglesia local, de los cuales he sido partícipe desde hace 7 años.

Fue en ese tiempo en que conocí a Mons. Villanueva, párroco de Catedral.

Eran las 6:00 de la tarde, la catedral estaba abarrotada, no cabía ni un alma más. La reliquia de san Juan Pablo II (en ese tiempo beato), estaba  a punto de llegar.

Tras una breve celebración de la Palabra, la fila para la veneración de la urna con las reliquias era impresionante, y Mons. Ignacio, estaba allí, sereno, dando indicaciones con estas palabras: “Hermanos, yo sé que todos queremos venerar las reliquias, ya vaya pensando su petición, una tocadita, rápido, rápido para que alcancen todos, una tocadita nada más”.  Con un ademán, indicaba a los fieles que hicieran fluir  la fila de fieles que  no cesaba.

Ese día no sé si Monseñor durmió o no.

Ya en la mañana, fuimos como Seminario a rezar laudes y allí estaba nuevamente Monseñor Villanueva, con los mismos gestos y las mismas palabras, con el rostro sereno, el ánimo a todo lo que da.

Después de ese evento, me llamó la atención el hecho de que era un sacerdote mayor y que estaba en Catedral con ánimo. Poco a poco, la llama de la vida de Monseñor se iba apagando, hasta verlo en silla de ruedas.
Esto me hizo reflexionar sobre este camino que tomé, sobre la vocación sacerdotal.  

En una misa de ordenación, en donde estaba presente Monseñor Ignacio, ya a la hora de la comunión, le hice esta pregunta-petición a Nuestro Señor: “Señor tú me llamas ¿Así quieres que te entregue mi vida, hasta terminar en una silla de ruedas, cansado, pero satisfecho de haberte dicho Sí? Permíteme Jesús, decirte Sí, como tantos sacerdotes, como Monseñor Villanueva, y si es tu voluntad, que no cese mi boca de alabarte, y si acaso me quedo mudo, que mis ojos puedan contemplarte en tu creación, y si me fallase la vista que mis manos puedan seguir tocando tu Cuerpo y tu Sangre en los pobres, en los excluidos, en los que buscan tu perdón. Y aún, cuando no me queden más fuerzas y esté inmóvil, que mi vida, mi rostro refleje lo que anhelo con todo mi corazón: Ser otro Tú.


La partida de Mons. Ignacio Villanueva me hace pensar en que los fundadores de nuestra Diócesis están terminando su misión (recientemente el Padre Refugio Montoya, el Padre Waldo Vega  y ahora Mons. Villanueva) y nos toca hacer propia la experiencia de Cristo de aquellos que con ánimo, esfuerzo, sacrificio, entrega y alegría cimentaron lo que hoy conocemos como La Diócesis de Ciudad Juárez; que sigue siendo impulsada por ese mismo Espíritu que habita en la Iglesia y hace posible que sigamos avanzando y creciendo en santidad.

En estos últimos tres años hemos visto como grandes sacerdotes, laicos y religiosas se han ido a gozar de la vida eterna, como premio de su fiel entrega en la construcción del Reino de Dios en el mundo.

Hoy resuena en mi interior: Guarda la memoria[1], mira los signos de los tiempos (Lc 12, 54-59) no te quedes solamente mirando al cielo (Hch 1, 11). Voltea  a tu alrededor, ¡caminas sobre espaldas de gigantes! [2]




[1] Francisco, papa.  Homilía de la Misa con sacerdotes y religiosos en Morelia, México. 2016.
[2] El mundo. Una web de Unidad Editorial.  La Aventura de la Historia. Sección Dichos y hechos. Publicado el (Consultado el 02 de noviembre de 2017) [En línea] Disponible en: http://www.elmundo.es/ladh/numero96/dichosyhechos.html

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