5 DESAFÍOS PARA RESUCITAR A LA TIERRA



Hoy conmemoramos 50 años del Día Internacional de la Tierra y el cuarto aniversario de la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático. ¡Felicidades! Podríamos decir, pero surge en mi la pregunta ¿de verdad hemos hecho algo bueno por la Tierra? ¿Tenemos la intención de comprometernos con la ecología? ¿Cambiar o solo aparentar? ¿De verdad me interesa la tierra en la que vivimos?

Como católicos tenemos un desafío enorme, porque pasada la contingencia ¿vamos a continuar con nuestro mismo estilo de vida?  ¿Seremos capaces de una nueva educación en la ecología? ¿Nuestra espiritualidad podrá madurar encarnada en la realidad?

Los custodios de esta Tierra (Gén 2), tenemos que morir a nuestras estructuras egoístas y actitudes indiferentes que han provocado un terrible deterioro ambiental, para poder “resucitar” a la Tierra, pues «es deber nuestro perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana» (GS 39), ya que Dios nos pedirá cuentas en la Parusía cuando se llegue el momento culminante: se recapitularán en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra (Ef 1, 10).


Nos urge una conversión ecológica ya que el cuidado de la creación es una parte esencial de la enseñanza católica, junto con anteriores declaraciones de los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Todos necesitamos preocuparnos por el cambio climático y actuar “en cuanto ciudadanos responsables, pero también como seguidores de Cristo” como dijo el Papa Francisco.

Por eso Francisco nos ha urgido a transformar nuestro mundo en su Encíclica “Laudato Si”,  en su libro “Nuestra Madre tierra” y tras el reciente Sínodo Pan-amazónico nos regaló la exhortación “Querida Amazonía”.

Quiero destacar 5 desafíos generales que me encontré en la Laudato Si:


1. ANTROPOLOGÍA

El hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia moral.

Lo podemos ver tan palpable en esta contingencia. Pensamos que por tener más avances tecnológicos somos mejores seres humanos y no siempre es así.
No porque la técnica diga que es posible hacer algo, el ser humano debe consecuente hacerlo. Es la lógica del I want it, I got it (lo quiero, lo tengo).

Como custodios y no dueños de este planeta, debemos voltear a vernos: ¿Qué tipo de persona soy conmigo, con mi prójimo, con el medio ambiente? ¿Estoy acostumbrado a que cuando tengo la posibilidad (dinero, acceso a internet, consumo sin medida?
El hombre es señor del universo en sentido de administrador responsable: el progreso científico tiene límites, pues la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder.



2.   ECOLOGÍA INTEGRAL

No podemos entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida, sino es algo que abarca distintos campos: económico, político, cultural y en nuestra vida cotidiana.

Esta ecología integral es transversal porque toca todas nuestras dimensiones, pues claro ¡vivimos en este mundo! ¡No tenemos otro!

“Debemos recuperar la convicción de que nos necesitamos los unos a los otros, de que tenemos una responsabilidad compartida con los demás y con el mundo y de que ser personas buenas y decentes vale la pena”. (LS 229)

Por eso, la ecología humana implica la necesaria relación de la vida del ser humano con una ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno, pues él debe respetar y no manipular a su antojo.
Recordemos la canción de Michael Jackson: We are the world, we are the children and we are the ones who make a brighter day (Somos el mundo, somos los niños, somos los que hacemos un día más brillante.).

“Santa Teresa de Lisieux nos invita a practicar pequeños actos de amor y a no perdernos una palabra amable, una sonrisa o cualquier gesto pequeño que siembre paz y amistad. La ecología integral también está creada a partir de gestos cotidianos simples que rompen la lógica de la violencia, la explotación y el egoísmo” (LS 230).

3.     EL DIÁLOGO

Cualquier solución técnica que ofrezcan las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad. Es necesario que los creyentes sean coherentes con su propia fe y no contradecirla con sus acciones.

La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientando al cuidado de la naturaleza, la defensa de los pobres, la construcción de redes de respeto y fraternidad.



4.      LA EDUCACIÓN

Ante todo, la humanidad necesita cambiar. Hace falta conciencia de un origen común, de pertenencia mutua y futuro compartido, para que se desarrollen nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Este es un gran desafío.

La “educación ecológica” debería proporcionar información y tratar de formar hábitos, en todas partes en la sociedad: En la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis;  instituciones políticas y varios otros grupos sociales, así como en todas las comunidades cristianas.

Y ¿cuándo comenzamos? Right now. No hay tiempo para esperar, la tierra que nos fue encomendada nos necesita.

5.      LA ESPIRITUALIDAD

Para el creyente, el mundo no se contempla desde afuera sino desde adentro, reconociendo los lazos con el Padre que nos ha unido a todos los seres. Además, la conversión ecológica nos lleva a desarrollar nuestra creatividad y entusiasmo. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio real de corazón.

Como ejemplo, tenemos a los santos que nos enseñan a relacionarnos con la creación. Ninguna persona puede madurar en una feliz sobriedad si no está en paz consigo mismo. La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida.

Luego, los sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural. A través del culto somos invitados a abrazar el mundo en un nivel distinto. Además, el descanso es una ampliación de la mirada que permite volver a reconocer los derechos de los demás. Así, el día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de los pobres.

Este COVID-19 también nos ha enseñado que es posible darle un respiro a la tierra ¡es la oportunidad de morir a nuestro estilo de vida antiguo para resucitar a la tierra! Caminemos cantando como san Francisco. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza de que podemos ser mejores.

Si quieres comprometerte más y realizar un cambio, puedes visitar la iniciativa Generación Laudato Si: https://laudatosigeneration.org/es/home-es/



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